viernes, 21 de diciembre de 2007

La teoría: ¿lejana o cercana?









Ni el más simple hecho puede constituirse independientemente de un contexto teórico.
Trigger 1991[1]:16


¿Porqué el arqueólogo canadiense Bruce Trigger nos dice esto desde las primeras líneas de su libro Historia del pensamiento arqueológico? ¿Qué tiene que ver la teoría con “el más simple hecho”... con el cotidiano? La teoría, ¿no era eso que sólo sirve para cabecearse? A menudo tendemos a pensar cosas como ‘aaa pero eso es pura teoría, no sirve para nada, lo que importa son los hechos’, o ‘claaaro, y yo, ¿me alimento con teoría?’… Pero vayamos más allá de estos posibles prejuicios, y veamos qué es realmente la teoría: Wikipedia nos dice que:

Una teoría es un sistema lógico compuesto de observaciones, axiomas y postulados, que tienen como objetivo declarar bajo qué condiciones se desarrollarán ciertos supuestos, tomando como contexto una explicación del medio idóneo para que se desarrollen las predicciones. A raíz de estas, se pueden especular, deducir y/o postular mediante ciertas reglas o razonamientos, otros posibles hechos.

¡Glups! Nuevamente una definición teórica de lo que es la teoría… lo que nos deja en el mismo punto, con la teoría aún abstractamente lejana. Si tomamos un diccionario casero, real -de esos viejos y polvorientos que han atravesado las generaciones- tenemos que la teoría es definida como una serie de leyes que sirven para relacionar un determinado orden de fenómenos, y a la vez como la explicación que da una persona de algo, o la propia opinión que tiene sobre una cosa.Nos vamos acercando a algún ápice de realidad: por lo menos aparecieron palabras como “propia opinión” o “persona”, y con esto vislumbramos que la teoría puede acercársenos -mal que mal, todos somos personas con propias opiniones. De hecho, todos tenemos opiniones, y por eso mismo tenemos teorías también; si nos detenemos unos instantes sobre esto, en el fondo, ¿no será que todos nosotros tenemos ideas preconcebidas sobre la realidad, que van guiando nuestras acciones y, es más, que las necesitamos para estar en el mundo?

Escuchemos algunas palabras cotidianas: ‘yo no soy así’, ‘no hay que mezclar proteínas con carbohidratos’, ‘yo creo que frente a este tipo de situaciones lo que hay que hacer es…’, ‘en teoría, esto debería ser así’, ‘hay que echar el café antes del agua’, ‘mira, yo tengo una teoría al respecto’, o ‘las rayas no combinan con los puntitos’… Podríamos hacer una larga lista de banalidades como estas, que no son nada más ni nada menos que ideas preconcebidas -teorías- que van determinando lo que pensamos y lo que no pensamos, lo que nos importa y lo que no nos importa, lo que nos gusta y lo que no nos gusta, lo que decimos y lo que no decimos y, sobre todo, lo que hacemos y lo que no hacemos.
Entonces, ahora sí que quedamos más cerca de la teoría: ésta, finalmente, no es algo abstracto que exista totalmente fuera de la realidad, presumiendo poder hablar de aquella realidad, sino que está en todo, ¡incluyéndonos a nosotros mismo! Pareciera que, por el hecho mismo de ser seres humanos, funcionamos de esta manera, en base a algún concepto de realidad: si somos seres humanos entonces somos seres teóricos, y esto simplemente porque el hecho de ser y de estar en el mundo, aquella práctica cotidiana, no puede constituirse independientemente de la teoría. La teoría es por tanto muy lejana -en teoría- pero, sobre todo, sorprendentemente cercana -en la práctica.




Dibujo de Maurits Cornelis Escher y foto de Robert Doisneau





[1] Trigger, B., 1991. Historia del Pensamiento Arqueológico. Traducido por I. García Trócoli. Editorial Crítica, Barcelona.

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