jueves, 20 de diciembre de 2007

Desde nuestra investigación: hacia una práctica arqueológica








A raíz de los resultados preliminares de nuestra humilde investigación, podemos desprender algunas reflexiones sobre la Arqueología Social Latinoamericana (ASL en adelante). Como lo vimos, uno de los principales objetivos de esta corriente fue tener una utilidad práctica en la actualidad[1], sin embargo si nos detenemos sobre sus alcances tenemos que el impacto de la ASL no fue tan trascendental como lo podríamos pensar[2]. A este respecto, remitamos a algunas de las principales falencias, inmediatamente identificables desde nuestras primeras aproximaciones: como lo vimos en uno de nuestros apartados, la arqueología no es sino la articulación de las teorías, los métodos y los datos, mas la ASL falló en traducir sus teorías a metodologías, para así poder producir discursos verdaderamente arqueólogicos -y no solamente teóricos, o políticos. También podemos vislumbrar los problemas inherentes al intento por aplicar el materialismo histórico, modelo de sociedad capitalista -y de hecho, centrado en este capitalismo- a sociedades no capitalistas: es justamente ahí donde los arqueólogos sociales latinoamericanos necesitaron generar las metodologías para poder dar el paso entre la teoría y la realidad de manera coherente. Por otro lado, al constituirse como discurso casi plenamente político, la ASL se ligó excesivamente a los gobiernos socialistas de la época que, como sabemos, se vieron violentamente truncados, y con ello coartado el desarrollo de la ASL. Si consideramos que gran parte del financiamiento para la arqueología proviene del ‘imperialismo’, entendemos que esto tampoco favorece a la ASL: de la misma manera, sería un tanto ilusorio pensar que el dueño de una empresa forestal va a financiar a los activistas de Greenpeace.

Claramente, debido a las enormes diferencias regionales, no se puede hacer arqueología de la misma manera en África que en Europa, ni en Estados Unidos que en Latinoamérica: para nuestras particularidades, necesitamos arqueologías particulares. Sin embargo, tal vez la ASL haya sido demasiado particular -en el sentido de su limitación a algunos países en momentos históricos muy precisos y con un determinado marco político- como para alcanzar una mayor trascendencia. No obstante debemos considerar la posibilidad de que la idea recién mencionada esté sesgada por los modelos de pensamiento dominantes en nuestros entornos (más próximos al capitalismo y a discursos positivistas, que hacen que discursos como el de la ASL nos parezcan más contingentes… si un día cambia la organización actual del mundo, tal vez empecemos a pensar que la ciencia positivista no era más válida que otros discursos. Dejamos esto a modo de interrogante para ir aportando posibles elementos de respuesta a medida que vaya avanzando nuestra investigación, y esperamos sus opiniones también… la idea es que debatamos y vayamos construyendo en torno a estos elementos iniciales. En esta misma línea, puede que la propuesta de la ASL de publicar en idiomas locales e indígenas para contrarrestar la escasa difusión de nuestra disciplina sea, en el fondo, un poco más de lo mismo: el ampliar el alcance de la arqueología no pasa por dar vuelta la orientación de nuestra difusión, sino por añadir cada vez más círculos a los que ya están integrados, produciendo discursos diferenciados y altamente accesibles para cada tipo de público.


Esto se vuelve particularmente patente en nuestros contextos latinoamericanos: partiendo de la idea de la importancia, para todos nosotros, de buscar en el pasado elementos de respuestas para apropiarnos de nuestro presente y empezar a construirlo, tenemos además aquí, en el fin del mundo, la particularidad de estar frente a un mosaico de pasados vivos, donde se alzan las voces de las comunidades para dejar de ser ajenas a sus propias historias y tomar parte activa en ella. Si “(…) la arqueología siempre ha permeado la concepción que tiene la sociedad de su propia historia, pero ha fallado en hacerlo con un compromiso explícito con la producción de este pasado como un elemento de su propia transformación política” (Benavides 2001[3]:359), entendemos lo fundamental que es el papel que hemos de asumir. Cabe recordar aquí que una de las paradojas que nos constituyen es que el pasado, en sí, no existe, siendo sólo una construcción desde nosotros, aquí y ahora; para esto sólo disponemos del registro arqueológico, que permanece mudo si no sabemos cómo interrogarlo. Entonces, si el presente es el punto de vista ineludible para volver nuestras miradas hacia el pasado, una vez más remitimos a lo imperioso de articular de manera coherente nuestras teorías, nuestros métodos y nuestros datos, para que -en lo posible- nuestro punto de vista no sea solamente nuestro sesgo.

Por otro lado, y asemejándose de alguna manera al proyecto de la ASL, se ha ido destacando cada vez más la importancia de integrar las diversas voces a las ciencias sociales que no son otra cosa que discursos sobre la realidad, teniendo por ende un compromiso inherente con las diversas comunidades que habitan esta realidad. Sin embargo, nos parece que tampoco podemos tomarnos ciertas atribuciones como si estuviesen dadas de antemano, y debemos ahondar en interrogarnos acerca de qué es lo que realmente espera la gente de la arqueología: dejamos esta pregunta abierta, así que no duden en opinar al respecto. La frontera entre el devolver su historia a los pueblos y un marcado -aunque muchas veces involuntario- paternalismo es un límite más bien borroso. Cada día podemos observar que las más mínimas cosas son malinterpretadas, entonces imaginemos cuando se trata de discursos implícita o explícitamente políticos, considerando la magnitud de los intereses políticos investidos en los discursos que producimos sobre los otros. Entonces, simplemente, recordemos que hemos de ser cautelosos con nuestra práctica arqueológica, que puede ser recuperada de muchas maneras, y que tiene fuertes repercusiones sobre la realidad.

En este sentido, puede que el abanderarnos excesivamente por una forma de ver el mundo, por una corriente política o por otra científica, sea para nuestra práctica arqueológica una limitante. A lo largo de las reflexiones de este blog hemos ido alejándonos de la arqueología como historia y de la arqueología como antropología, y llegando a este punto tampoco queremos a la arqueología como política; por supuesto, esto no es lo mismo que negar las dimensiones inherentemente políticas de nuestra práctica, pero si aspiramos a una arqueología como arqueología, entonces preocupémonos de liberar al máximo nuestros discursos y nuestros puntos de vista de toda traba. Si estamos preocupados por hacer historia, por hacer antropología o por hacer política, llegamos a un nivel tal de abstracción que olvidamos hacer arqueología; mejor, preocupémonos por generar discursos arqueológicos coherentes. El producir discursos simplemente arqueológicos -sin buscar discursos totales, que fácilmente se pueden volver totalitarios- no constituye nuestro límite sino nuestro inmenso campo de posibilidades, si es que nos hacemos cargos de las contradicciones inherentes y de las interrogantes que permanecen en nuestra práctica arqueológica.

Si bien iniciamos estas líneas desde una reflexión sobre las etapas preliminares de nuestra investigación sobre la ASL, nada es conclusivo: la investigación está en curso, y simplemente aquí formulamos algunas ideas preliminares para aportar elementos para una discusión… así que ya saben: esperamos sus preguntas, opiniones y críticas. El próximo mes, tendremos en exclusiva una entrevista al profesor Donald Jackson, quien dictó entre muchas otras cosas el electivo de Arqueología Social Latinoamericana para la carrera de Arqueología de la Universidad de Chile, y que es uno de los miembros fundadores de esta Sociedad de Arqueólogos Anónimos.


Fotos: Henri Cartier-Bresson y National Geographic


[1] Ver por ejemplo el texto fundador de Lorenzo, J., L. Lumbreras, E. Matos, J. Montané, M. Sanoja y otros, 1979. El Manifiesto de Teotihuacán. En Revista Nueva Antropología 12 (lo tenemos en PDF, no duden en solicitarlo) [2] Para más detalles pueden ver: Oyuela-Caycedo, A., A. Armando, C. Elera y L. Valdéz, 1997. Social Archeology in Latin America? Comments to T.C. Patterson. En American Antiquity 62 (lo tenemos en PDF)
[3] Benavides, H., 2001. Returning to the sources: social archaeology as Latin American philosophy. En Latin American Antiquity 12 (también lo tenemos en PDF)

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Ciertamente, al hacer arqueologia, se supone que estamos generando un discurso que sea cual sea su soporte teorico (y politico)deberia tener repercuciones sociales...
sin embargo, un tema que se nota en la praxis arqueologica chilena en la actualidad es que, sean cuales sean los discursos arqueologicos que se generen (y de paso sus soportes teoricos-politicos), estos no tienen mayor repercucion en la sociedad...
digo esto en virtud de la inexistencia de discursos arqueologicos fuera de los circulos academicos especializados...entonces, la repercucion social de la arqueologia en Chile en estos momentos no pasa mas alla de la aceptacion de la ciudadania de ciertos cuerpos legales que regulan la practica arqueologica, asi como protegen los recursos arqueologicos en el pais, sin que se evidencie al publcio general el motivo de dicha proteccion...
La ausencia de un discurso arqueologico en la sociedad, tiene como resultado la proliferacion de otros discursos que hablan del pasado de las sociedades que habitaron nuestro territorio a traves de materialidades arqueologicas, pero sin ser discursos arqueologicos propiamente tales...es en cierta medida, la apropiacion de conceptos de la disciplina para legitimar como "cientifico" una serie de disucursos que carecen de culaquier rigurosidad al respecto...
¿que consecuencia tiene esto, es decir, la ausencia en la sociedad de discursos arqueologicos legitimos (ojala que esto ultimo levante suspicacias) v/s proliferacion y aceptacion masiva de discursos pretendidamente arqueologicos?...pues bien, la carencia de legitimidad social de la diciplina arqueologica, con la consecuente ilegitimidad de la cantidad de recurosos que son utilizados para la practica arqueologica, provenientes, ya sea del sector privado como del publico...